domingo, 30 de septiembre de 2012

No dividir ni escandalizar...


Joaquín hace poco se incorporó a la iglesia. Es joven y tiene muchas ganas de trabajar y conocer a Cristo. Cuando los miembros de la iglesia vieron que este muchacho venía seguido, que no faltaba nunca se empezaron a disputar en qué grupo debería estar, todos quería que Juan estuviese con ellos. Él al principio se puso contento, porque por primera vez se sintió importante. Pero con el correr de los días la situación no le empezó a gustar. Se dio cuenta de cuantas divisiones había dentro de la iglesia, se dio cuenta de cuantos quería solamente aumentar el número de los integrantes de sus grupo para sobre salir, se dio cuenta que había una feroz competencia por quien tenía más autoridad.  Escandalizado, prefirió quedarse en su casa donde estaba más tranquilo y tenía menos problemas.

Juan dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga". Mc 9, 38-43. 45. 47-48


¡Con qué facilidad condenamos a los demás que no son de los nuestros! ¡Con qué facilidad dividimos, etiquetamos, separamos! Incluso en la misma Iglesia a la que pertenecemos, nos pasamos diciendo: “yo soy de este grupo, yo soy de este movimiento, nosotros tenemos al Espíritu Santo, nosotros si sabemos orar no como los demás, en nuestros grupos hay sanaciones, nuestro grupo hace cosas, trabaja por los que menos tienen no como los demás”. ¡Cuántas divisiones existen que son motivos de odios y rencores! Si nos diéramos cuenta que pertenecemos a la misma familia, a la familia de los hijos de Dios, que distinto sería el mundo.
En este tiempo que escuchamos hablar tanto de los monopolios, la palabra de hoy nos invita a reflexionar sobre el monopolio de la fe. Tenemos que tener mucho cuidado de aquellos que nos dicen que en su iglesia solo está Cristo. Decir esto es empequeñecer a Cristo. Tenemos que aceptar que Cristo ha venido a salvar a todos los hombres aún a aquellos que no han conocido el bautismo cristiano pero que con buena voluntad están cumpliendo su religión entendida a su manera.
Si pensamos que solamente los miembros de nuestra iglesia se van a salvar, estamos equivocados… ¿No estaremos pecando de soberbia? A los apóstoles no les importaba que los demás actuasen en nombre de Jesús, no les importa que hiciesen milagros en nombre de Jesús. A ellos lo único que les importaba es que no pertenecieran a su equipo, eran incapaces de ver que Jesús se comparte y se da a todos, que no tienen la exclusividad de Cristo. Lo importante es la relación con Jesús. Si los cristianos dejáramos de competir entre nosotros y nos uniéramos, qué distinto sería el mundo. Si alguien en nuestra iglesia divide en vez de unir, separa en vez de acercar, entonces no está viviendo el evangelio. 
¿Y cuales son los riesgos de los monopolios? El riesgo es creer que nosotros tenemos la única verdad, el riesgo es querer imponer nuestro punto de vista, el riesgo es acallar la diversidad y la voz de los demás que piensan diferentes. Por eso debemos luchar contra cualquier tipo de monopolio, sobre todo del monopolio de la fe. Toda exclusión no viene de Dios. Dios acepta a todos.
La lectura de hoy también nos habla de escandalizar a los pequeños. ¡Qué espectáculo bochornoso damos los cristianos cuando nos peleamos entre nosotros! No nos damos cuenta que con nuestras peleas estamos escandalizando a los que recién comienzan en su camino de fe, no nos damos cuenta que es un antitestimonio que en vez de acercar a las personas que están afuera, las repele y a la vez también expulsa a los que ya están dentro.  ¿Quién querrá estar en nuestra iglesia si solamente hay peleas? ¿Quién se unirá a nosotros si solamente hay competencias? Debemos cuidar la fe de los pequeños, debemos cuidar a los pequeños, debemos estar junto a los más débiles.
Por último, ¿qué sentimientos nos produce el que una persona pierda un ojo, o una mano, o una pierna? ¿Qué sentimientos nos produce si es esa misma persona la que se lastima o se arranca los miembros de sus cuerpo? Seguramente, es una imagen desagradable, repulsiva, no entra en nuestra cabeza que alguien atente de esta forma contra su propio cuerpo. En la lectura de hoy, Jesús no quiere decir literalmente que nos cortemos las manos si están son ocasión de pecado. Jesús quiere decirnos que debemos sentir ese mismo rechazo, esa misma repulsión hacia el pecado, como si nos cortáramos o perdiéramos una parte de nuestro cuerpo. ¿Sentimos lo mismo cuando pecamos? ¿Alguno se atrevería a sacarse el ojo? Sin embargo muchos de nosotros nos atrevemos a pecar sin el menor remordimiento a veces.
Pidamos a Dios que nos ayude a estar unidos, a sumar fuerzas, a trabajar juntos. Eso es lo que quiere Dios, eso es lo que pide Jesús en la última cena antes de ser crucificado: ¡Que todos sean uno para que el mundo crea!

Andrés Nicolás Obregón

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por el comentario!!!

Etiquetas

Lucas Juan amor Marcos 6 Marcos 1 embarazo juan 20 alcoholismo autoengaño desilución despreciado esclavitudes navidad paralisis resurrección Agua Viva Corintios Jeremías Juan 1 Juan 10 Lucas 9 Marcos 10 Marcos 7 Marcos 9 Mateo 25 Samuel bautismo creer en uno mismo cuentos culpa duelo fe imperfecto indiferencia intenta juan 15 lágrimas mediocres noviazgo oportunidad padre misericordioso parto pastor permanecer robo soledad testimonio tranquilidad violencia 1 Corintios 10 1 Juan 1 1 Juan 5 1 Pedro 4 2 tesalonicenses 3 Apocalipsis 22 Constanza Cordero David Deuteronomio 32 Elías Emaús Evangelio de Andrés Ezequiel Génesis Génesis 1 Hebreos 12 Hechos Hijo Prodigo Isaias 49 Isaias 66 Jesús Adrían Romero José Juan 6 Juan 16 Juan 2 Juan 6 Lacas 1 Lucas 1 Lucas 10 Lucas 13 Lucas 15 Lucas 18 Lucas 19 Lucas 21 Luz Marcos 12 Marcos 16 Marcos 2 Marcos 4 Marcos 5 Marcos 8 Mateo Mateo 13 Mateo 14 Mateo 28 Mateo 3 Oseas 11 Pedro Rey Romano 13 Romanos 2 Salmo 17 Samaritana Tomás Zaqueo aborto agradecido anuncio apocalipsis atesorar año nuevo basura cambio de aceite carrera chicos de la calle comercio comida compartir creer decisión desafío descanso deseo despedidas difícil discernimiento dolares dolor domingo de ramos droga enamoramiento enojo escandalo escuela esfuerzo espíritu estigmas fallecimiento fama filipenses fin del mundo frutos futuro gloria hambre higuera huelga humildad impureza incredulo insistencia inundados joven rico juan 12 juan 3 justicia jóvenes llamado llenarnos de Dios llorar lucas 24 madre madurar marginado matrimonio mesías miedo milagros monopolios movimiento muerte multiplicación murmurar niño noche novios oración palabras de afirmación pan pasado pasión pecado peces y panes perdon prejucios presencia profeta prostitución prójimo robar rápido sacrificio salvación samaritano sanación semilla servicio señales silencio sin sentido sindicatos sordomudo sueños suicidio talitá kum templo tocar trabajo unión vasijas vid vida vivir vocación volver a empezar última cena